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Inclusión: Todos merecemos lo mismo

“Los niños con capacidades diferentes llegan a nuestra vida para dejar huellas en nuestros corazones”


¿Por qué negarle a un niño la oportunidad de estudiar y desenvolverse en un entorno simplemente por su diagnóstico?


Existen escuelas bilingües, laicas, de monjas, y de un sinfín de tipos de entre las cuales poder elegir de acuerdo a nuestras necesidades y características. Y aunque la elección de escuela no es tarea fácil, pues existen muchas opciones, esto se dificulta aún más cuando la infinidad de opciones se ve reducida debido a que no todos los tipos de escuela aceptan a todo tipo de niños.


Sería más fácil si empezáramos a quitar estas etiquetas que existen alrededor de las escuelas, de los niños y en general en torno a todo. Nos gusta clasificar las cosas que nos rodean y esto puede estar muy bien en cuestión de orden y organización, pero también puede traer consecuencias negativas. Cuando un niño es diagnosticado con algún trastorno o enfermedad, es un fuerte golpe para la familia y para él aunque quizá no sea muy consciente de ello. Pero además es más fuerte aun cuando se le cierran puertas o se le niegan oportunidades simplemente por esto.


Al aislarlo y no permitirle un desarrollo como al de los demás individuos se le orilla a de cierta manera “casarse” con su diagnóstico, se le etiqueta ya de por vida y se le impide de alguna forma la oportunidad de poder crecer y desarrollarse como cualquier otro niño.


Por esta razón se necesitan escuelas que sean comprensivas, eficaces e inclusivas, escuelas que brinden las mismas oportunidades a todos. Y aunque sabemos que esto no es fácil, pues en México no existe como tal una cultura de aceptación a lo diferente o las infraestructuras adecuadas en las escuelas, nunca es tarde para cambiar e intentarlo. Si queremos que las escuelas sean para todos, es necesario que los sistemas educativos aseguren que todos los alumnos tengan acceso a un aprendizaje significativo.


Actualmente en varias escuelas ya existe la inclusión, pero son la minoría. Yo personalmente trabajo en una escuela en la colonia del Valle en donde recientemente se inició con esto, al aceptar a una niña con parálisis cerebral y por lo tanto con problemas de motricidad, la cual requiere de una silla de ruedas o carriola en la cual moverse y la presencia de una acompañante terapéutico que en este caso soy yo, para poder realizar sus labores dentro del salón de clases.


Gracias a esto me he podido dar cuenta de todos los beneficios que trae la inclusión; ver lo feliz que la niña es estando en una escuela regular, donde la tratan como a los demás alumnos aunque también con las adecuaciones necesarias para su mejor desarrollo y donde la percepción de los niños frente a la discapacidad y frente a lo diferente ya es otra.

Es maravilloso ver cómo sus compañeros la quieren tanto, la cuidan, la ayudan, pero sobre todo la incluyen. Me sorprendió mucho ver como el otro día en recreo, todas las niñas jugaban a saltar la cuerda y de repente dijeron que era su turno para jugar; yo no entendía cómo le iban a hacer, pero ellas pusieron la carriola en medio del patio y entonces movían la cuerda de un lado al otro de la carriola como si estuviera saltando y la hicieron muy feliz al incluirla en su juego.


En este nuevo ciclo escolar llegaron nuevos alumnos, a los cuales les sorprendió la presencia de alguien diferente a ellos, alguien que no puede caminar y que necesita ayuda para casi todo. Esto generó preguntas y dudas en ellos, las cuales fueron respondidas por mí y por los compañeros que ya llevan más tiempo en la escuela y que ya están familiarizados con la situación. Esto ha logrado que los nuevos alumnos ya estén inmersos en esta filosofía de inclusión y que ya la vean como una compañera más, la incluyan en sus juegos y hasta la ayuden cuando necesita.



La presencia de alguien así en su entorno escolar los ha hecho ser más sensibles frente al otro, más creativos, y más abiertos frente al mundo, dejando a un lado cualquier juicio que pudieran tener.

Con esto podemos ver cómo el problema o dilema ante el que estamos, ya no es cómo integrar a alumnos con necesidades educativas especiales, sino cómo desarrollar un sentido de comunidad y apoyo mutuo que fomente el éxito entre todos los miembros de la escuela.


Sabemos que cada niño puede aprender si se le ofrece el entorno adecuado, se le anima y se le proporcionan unas actividades significativas, ahora sólo falta poner manos a la obra y fomentar la inclusión educativa, viendo por el bienestar de todos los niños, no solamente de algunos.




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