No Soy Un Aparador
Vivimos en una sociedad en lo que lo que importa es lo primero que vemos, es decir, lo físico. Donde nos califican en base a nuestra apariencia, y en donde a cada rato aparece un nuevo rol de belleza que debemos seguir o al que aspiramos acercarnos a ser, pues creemos que así seremos más aceptados y queridos. Constantemente hay una nueva top model que acapara las miradas de todos los hombres y a la que todas las mujeres nos queremos parecer. Ni hablar de las modelos de Victoria Secret con cuerpazos, pelazos y caras hermosas, por las que todos babean y por las que daríamos la vida para ser como ellas.
Lo que no tomamos en cuenta es que son ideales imposibles de lograr. Estas personas se dedican a eso, todo el día se la pasan haciendo ejercicio y estando a dieta, para poder tener esos cuerpos y tienen atrás de ellas a todo un ejército para que siempre se vean divinas (entrenador, nutriólogo, maquillista, fashion stylist, peinador…)
Así que nosotros, seres normales, que no estamos en el ojo público como los artistas, cantantes, o modelos, tenemos que entender que no somos un aparador; que nadie es perfecto, que no tenemos por que compararnos con otras personas, y que aunque claro que podemos trabajar para ser mejores y para vernos bien, no tenemos porque obsesionarnos con eso y sufrir si no tenemos el cuerpazo de Alessandra Ambrosio.
Nos obsesionamos por ser como alguien más en lugar de aprender a aceptarnos como somos y de trabajar desde nosotros mismos para ser mejores. Si tenemos el pelo lacio, lo queremos chino; si lo tenemos chino, lo queremos lacio; nos cambiamos el color del pelo porque no nos gusta el color que tenemos; si somos chaparritas, queremos ser altas, y si somos altas, queremos ser aún más altas; nos matamos y lastimamos los pies usando tacones para cambiar nuestra altura; si tenemos la piel morena o más oscura, usamos cremas y productos aclaradores; si somos de piel muy clara, vivimos usando camas de bronceado, autobronceadores, o echadas en el sol; si tenemos los ojos cafés los queremos azules o verdes y entonces usamos lentes de contacto para cambiarlos; nos echamos kilos de maquillaje, y así los ejemplos son infinitos.
Hay quienes llegan al grado de acudir con un cirujano plástico para de plano modificar de forma radical su cuerpo o cara; que si nuestra nariz es muy ancha, o achatada y la queremos afinar; que si no tenemos chichis y nos vamos a aumentar más aunque nos vayamos de boca y nos veamos desproporcionadas; que nos hacemos liposucciones para quitarnos la pancita y las monjitas nos ponemos botox para quitarnos las arrugas. En menor grado están las que se la pasan usando Photoshop o algunas otras aplicaciones para quitarse todas las imperfecciones en las fotos antes de subirlas, aunque ya luego cuando suben la foto a redes sociales, ya ni parecen ellas.
Tenemos que aprender a amarnos y aceptarnos desde lo natural; claro que siempre habrá algo que podamos mejorar, pero que sea para sentirnos mejor con nosotras mismas, no por querer ser como alguien más, o por complacer a otros. No somos ningún aparador para que solo se nos valide por cómo somos externamente. Aunque suene cliché, de verdad que lo más importante, lo que prevalece y vale la pena es lo que tenemos en nuestro interior, en nuestra alma y en nuestro cerebro; nuestra personalidad y nuestra inteligencia; no nuestra altura, nuestra talla, nuestras medidas, color de ojos, pelo o piel. Somos mucho más de lo que se puede ver a simple vista.
Trabajemos entonces por ser mejores personas, por tener valores, ideales y metas por las que luchemos para alcanzar y mantener; por aprender cada día cosas nuevas y ser cultos. Tampoco digo que descuidemos nuestra apariencia y andemos todas fachosas y fodongas, pero que esto no sea nuestra única prioridad ni algo que nos quite el sueño ni nos haga sentir mal. No nos dejemos influenciar por los medios de comunicación ni por la mercadotecnia que nos mandan mensajes de que necesitamos ser de tal o cual forma o que necesitamos tal o cual producto para lograrlo. Lo que necesitamos es ser más como nosotros mismos y aceptarnos por lo que somos.
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