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Típico que... Queremos todo en la manita

Tristemente somos una generación que literalmente queremos todo en la mano con tan solo estirarla, y sin habernos esforzado por conseguir las cosas. Acostumbrados a los avances tecnológicos, y a que con picar un botón podemos acceder a infinidad de cosas en segundos, queremos todo rapidito y sin complicaciones ni esfuerzos.



Queremos un final feliz digno de cuento pero sin todo el trabajo diario que implica ir construyendo una relación de pareja. Queremos a alguien que sea nuestra date en una boda o graduación, con quien poder posar en las fotos para después compartirlas en las redes sociales con el #couple y recibir miles de likes, con quien ir a la fiesta a la que no conocemos a nadie; pero a la vez no queremos tener una relación.



Lloramos por no tener novio, pero cuando nos proponemos salir con alguien y lo logramos, hacemos todo lo posible por alejarlo, por no atarnos emocionalmente y mucho menos demostrarle nuestros sentimientos y claramente terminamos por alejarlo, para volver a llorar por no estar en una relación.



Buscamos por todos los medios encontrar a nuestra pareja ideal, pedimos a nuestras amigas que nos presenten a alguien, hacemos un perfil en Tinder para ver si por ahí podemos cachar algo. Mandamos mensajes, tenemos conversaciones, salimos a tomar un café o un drink; pero seguimos jugando a ver quién es el que menos demuestra, el que menos comparte, el que menos se abre, el que menos se involucra; en juego de nunca acabar, que en lo único que acaba es en no poder establecer una relación, en un muro enorme entre las dos personas.



Queremos una relación que presumir al mundo, pero sin el esfuerzo y el trabajo que implica estar en una. Queremos abrazar y besar a alguien, darle la mano, pero evitando el contacto visual. Queremos ligar y coquetear, pero manteniendo conversaciones banales. Queremos promesas pero no queremos comprometernos. Queremos tener aniversarios para poder celebrar, pero no queremos compartir los 365 días del año. Queremos un para siempre pero olvidamos el aquí y el ahora. Queremos relaciones profundas pero no estamos dispuestos a ir en serio.



Queremos que nos quieran, pero no queremos darle a alguien ese poder para hacernos daño. Queremos que nos digan cosas bonitas pero no queremos ser conquistados, porque eso implica que nos pueden dejar. Queremos estar con alguien pero al mismo tiempo tener nuestra independencia y libertad. Vamos persiguiendo la idea del amor, pero evitando caer en ella.



Queremos todo lo que nos de la ilusión de estar en una relación, pero sin realmente tenerla. Queremos todas las recompensas y beneficios pero sin correr ni asumir ningún riesgo. Queremos sentir la conexión con alguien, pero sin conectarnos demasiado. Mejor nos tomamos las cosas con calma, un día a la vez, sin pensar en el futuro, viendo cómo van las cosas, y evitando poner etiquetas; simplemente salimos con alguien. Estamos en relaciones, sin realmente estarlo.


Ya que las cosas empiezan a ponerse serias, salimos corriendo, huimos, nos escondemos. Hacemos algo para cagarla y que la otra persona nos deje; o le dejamos de hablar y la bloqueamos de todas las redes sociales. Vivimos con el lema “hay muchos peces en el mar”, y nos decimos que seguiremos intentándolo, pues hay muchas oportunidades de encontrar el amor. Aunque la verdad es que en estos días lo realmente difícil es mantenerlo.



Queremos que la felicidad llegue fácil y rápido, tocando en nuestra puerta. Creemos que encontrar el amor es tan fácil como bajar una app y actualizarla frente a cualquier falla. Evitamos abrirnos frente al otro y evitamos que el otro se abra con nosotros. Queremos evitar lo feo, los pleitos, las imperfecciones, lo real. Creemos que es tan fácil como ponerle stop a la película que empezamos a ver en Netflix y que no nos gustó así que cambiamos a otra. Preferimos quedarnos en casa a echarnos el maratón de nuestra serie, a salir y tener una conversación seria y real para conocer a alguien. Tenemos la idea de que se puede querer a alguien a pesar de sus defectos, pero no le permitimos a la otra persona darlos a conocer, y mucho menos nos permitimos mostrar los nuestros.




Sentimos que merecemos el amor perfecto, pues crecimos con las películas de Disney donde existen las almas gemelas, los finales felices y los príncipes azules. Y las princesas lo logran sin mayor esfuerzo, así que ¿por qué nosotros no? Por eso no nos esforzamos ni luchamos por ello. Simplemente esperamos que aparezca, y cuando no sucede nos enojamos por no tener a nuestra media naranja.



Cuando nos llega la oportunidad de conocer a alguien, hacemos todo menos intentar conocerlo. Queremos a alguien que esté junto a nosotros mientras seguimos haciendo nuestra vida de siempre, nuestra vida independiente y de solteros. Alguien que ahí este mientras vemos nuestra serie, o mientras estamos en nuestro celular checando nuestro Facebook, Instagram o Snapchat. Queremos que nos hablen, nos busquen y nos manden mensajes, pero cuando lo hacen, los ignoramos, los dejamos en visto, no les contestamos y hasta los tachamos de intensos. Queremos que nos inviten a salir, y cuando lo hacen ponemos pretextos para no verlos y seguir manteniendo la “relación” virtualmente.



Queremos mantener el equilibrio y para eso escondemos nuestros sentimientos y evitamos que salgan a la luz. Queremos que nos necesiten, pero no queremos necesitar a nadie. Queremos que nos quieran, pero nos da miedo mostrarnos frente al otro, pues no queremos ser vulnerables. Queremos seguir jugando, pero ni siquiera sabemos las reglas del juego. Fingimos que no queremos estar en una relación, cuando en el fondo si queremos.



Somos una generación que actúa como si no quisiera relacionarse o comprometerse, pero que realmente muere de miedo porque sí quiere estar en una relación.


Pero la vida no es tan fácil; si realmente queremos algo hay que esforzarnos y trabajar por ello. La vida no es un juego, ni podemos irla cambiando con los filtros de Instagram a ver con cuál se ve mejor. Tenemos que aprender que si no nos entregamos a las cosas que hacemos y a lo que queremos conseguir, nunca podremos tener la felicidad que anhelamos, aunque esto implique recibir madrazos en el camino. Claro que vamos a sufrir, pero de nosotros depende quedarnos ahí o salir adelante para recibir las recompensas. Las cosas que valen la pena, nos van a costar trabajo, esfuerzo, y sufrimiento. Ir construyendo una relación no es fácil, y claro que podemos sufrir y salir lastimados, pero si no lo intentamos y realmente trabajamos en construirla, no vamos a poder recibir las satisfacciones y recompensas de compartir nuestra vida con alguien.



Dejemos de ser esa generación con miedo, con conformismo, con indiferencia frente al otro, frente a las relaciones. Permitámonos conocer, estar, compartir, comprometernos y también sufrir un poco, pues solo así podremos experimentar el amor y la felicidad que esto implica.






créditos de imágenes:

- fotosearch.es

-weheartit.com

-imagenesdecomentarios.com

-revistadeletras.net

-comunicacionyrelaciones.info

-cinedehorror.blogspot.com

-geek.com

.miamorteamo.com

-elcomercio.pe

-es.123rf.com

-camilatlachis.wordpress.com

-lunarias.bligoo.com


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