Típico que... puros consejos
Sea la situación que sea, parece que todo mundo siempre tiene un consejo que dar. Pero cada quién habla de cómo le fue en la feria, y pues no a todos nos va igual. Pero el consejo ya dado, ahí está- ya lo oíste y aunque no quisieras hacerle caso, ya de alguna manera te hizo ruido. Y si no solo fue un consejo, sino varios, la cabeza parece que va a explotar de la confusión causada por tanto consejo y porque ahora ya no sabes ni qué hacer.
Damos consejos de buena fe, hablando de nuestra experiencia y de lo que nos ha servido y lo que no. Los damos con buena intención, tratando de ayudar al otro, sin muchas veces darnos cuenta que estamos haciendo todo menos ayudar. Cuando no sabes qué hacer, pero te dan mil doscientos consejos diferentes, más que ayudarte, te están haciendo bolas.
Vivimos en una sociedad llena de reglas que hay que seguir, o consejos que deberíamos de tomar porque a alguien le funcionaron en alguna ocasión. Reglas y tantas reglas que quienes son del “deber ser” como yo, tratamos de seguir al pie de la letra. Pero la verdad es que lo mejor que podríamos hacer en la vida, es hacerlas desaparecer. Cuando dejamos de vivir según el librito, es que por fin empezamos a dejar que las cosas pasen, que nos permitimos salir de lo conocido, experimentar y vivir.
Aprendamos a guiarnos por nuestra intuición, y no por la de los demás. Si nos equivocamos, pues ya aprenderemos del golpazo contra la pared, pero será nuestro error, no el de alguien más. Finalmente, algunas veces lo mejor que podemos hacer es lo que nos dé la gana, lo que sintamos que tenemos que hacer.
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